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El estrés y el desarrollo neurológico de tu bebé

Foto del escritor: Carolina RubioCarolina Rubio

Nuestro cerebro se puede agrupar en 3 partes:

  • Cerebro primitivo: todos los animales lo poseen, incluyendo los bebés humanos, controla los instintos de supervivencia.

  • Cerebro emocional: los mamíferos y el bebé humano lo poseen, controla las emociones, sentimientos y nuestra memoria inmediata.

  • Cerebro superior: el que los humanos tenemos más desarrollado, controla el lenguaje, el razonamiento, pensamientos, memoria de largo plazo, etc.

Los humanos nacemos con los dos primeros cerebros, y el tercero, el superior, no está terminado. Por eso no recordamos nada de nuestra primera infancia, pero tanto la sensación de abandono y soledad como la de amor y seguridad quedarán registradas en el cerebro emocional en nuestro bebé e influenciarán de manera importante el resto de su vida.


"Los recuerdos a corto plazo modifican la estructura molecular de las células cerebrales, casi siempre de manera temporal. Cuando la necesidad de recurrir a un recuerdo anterior deja de existir, las células vuelven a su estado anterior y el recuerdo se difumina. Los recuerdos a largo plazo modifican la configuración de los circuitos neuronales del cerebro, apareciendo nuevos genes que crean proteínas y conexiones nuevas entre las neuronas. Las experiencias que se almacenan durante el día en el hipocampo quedan archivadas de manera permanente en la corteza cerebral mientras dormimos (Wilson y McNaughton). ¿Qué recuerdos quedan archivados, y cuáles se van a la papelera? Son la repetición y la intensidad y espectacularidad de los hechos los que definen esto. Los recuerdos intensos y de largo alcance se forjan a causa del miedo, y el estrés los reactiva una y otra vez en el cerebro a lo largo de toda la vida. Como el amor es tranquilo y el miedo suele ser intenso, es posible que los neurocircuitos del miedo sean más difíciles de borrar" (Verny, 2002).


Un bebé nace con más neuronas de las que necesita, pero con pocas conexiones entre ellas. Tiene hasta los tres años para crear millones de sinapsis que permitan a sus neuronas comunicarse entre ellas a través de señales eléctricas. Cuentan con la ayuda de neurotransmisores, como la serotonina, para pasar de una célula a otra y reforzar los trayectos neuronales que más se utilizan.


"La falta de uso o las condiciones tóxicas como el estrés puede llevar a la desaparición de sinapsis existentes. Las conexiones neuronales se mantienen o se pierden, se crean o se alteran. Al final, esa red neuronal única, creada en parte por la genética y en parte por la experiencia –en especial la experiencia del apego- acaba formando el cerebro que al final tendremos" (Verny, 2002).


La mielina es una capa gruesa que cubre los axones de las neuronas y que permite la transmisión de impulsos nerviosos, aumentando su velocidad. El proceso de mielinización en los dos primeros años de vida es fundamental para el buen funcionamiento cerebral y para producir una mayor capacidad intelectual. Está comprobado que la estimulación adecuada favorece el proceso de mielinización permitiendo la formación de conexiones y redes nerviosas.


"Es la red de conexiones quien determina la fluidez de nuestro pensamiento, nuestros talentos, la felicidad, ansiedad y la manera que vemos el mundo. Cuantas más sinapsis posea una persona, más complejas y variadas serán sus redes neuronales, y más aguda y creativa se mostrará" (Verny, 2002).


Por otro lado el estrés sufrido por el bebé cuando se siente abandonado en una cuna o en un cochecito, o cuando su llanto no es atendido, interfiere negativamente en el proceso de mielinización (Huang, Harper, Evans, Newnham, & Dunlop, 2001) debido a la cantidad de hormonas de estrés liberadas (adrenalina y cortisol) y cuyo pequeño cerebro no es capaz de controlar. En situaciones normales las células de nuestro cuerpo usan el 90% de la energía en actividades metabólicas como reparación, renovación y formación de nuevos tejidos. Pero cuando se produce una situación de alarma y estrés, nuestro cerebro envía un mensaje a las glándulas suprarrenales para que liberen cortisol, que a su vez hace que el organismo libere glucosa a la sangre para cargar de energía a los músculos, paralizando las actividades metabólicas para resolver la situación de alarma.


El cortisol, en exceso:

  • obstaculiza la actividad de los neurotransmisores cerebrales;

  • altera el metabolismo normal del cerebro, provocando la entrada de una excesiva cantidad de calcio en las neuronas, matándolas debido a los radicales libres producidos;

  • elimina conexiones neuronales, modificando el desarrollo cerebral y condicionando a los bebés a padecer en un futuro de depresión, déficit de atención, hiperactividad y ansiedad.

  • Además, el cortisol actúa como un inmunodepresor, lo cual puede poner en riesgo el sistema inmunológico.


Una situación de estrés para un bebé es mucho más catastrófica que para un adulto, pues ellos no saben cuándo terminará. Como su cuerpecito no puede aguantar por mucho tiempo esta situación, su cerebro libera otras sustancias opiáceas, serotoninas, endorfinas para “doparlo”. Probablemente termine callándose con la certeza de que no podrá contar con nadie y que está sólo en este mundo.

Según Daniel J. Siegel, director del Centro para el desarrollo Humano en Los Ángeles y experto en neurología del apego, la clave de un desarrollo saludable es la interacción interpersonal y no la estimulación sensorial. Si lo que queremos son hijos inteligentes y emocionalmente sanos, pues ofrezcámosles el mejor estímulo: atención inmediata a sus llamados, contacto físico, brazos, abrazos, besos, caricias, masajes, miradas, sonrisas… y sobre todo, amor sin limitaciones.


  1. Verny, T., Weintraub, P. El Futuro Bebé. Arte y Ciencia de Ser Padres (Título Original: Tomorrow’s Baby – The Art and Science of Parenting From Conceptio Through Infancy). Ediciones Urano. Barelona, 2003.

  2. Olga Inozemtseva, Nanoushka Camberos. El Papel de las Hormonas en la Maduración del Sistema Nervioso Central y en el Desarrollo Cognitivo y Conductual. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, Abril 2011, Vol.11, Nº1, pp. 173-191

  3. Jové R. La Crianza Feliz. La Esfera de los Libros, Madrid, 2014

  4. http://tusbuenosmomentos.com/2010/11/las-hormonas-del-estres/

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